Por Bling
No lo hicieron ni “Impacto Profundo” ni “Armageddon” en su momento, tampoco lo hizo recientemente Al Gore con su documental sobre el calentamientos global, ni las constantes referencias de Leonardo DiCaprio sobre este tema. Tampoco el mensaje de salvemos al planeta tierra (pero más a las plantas) de “El Fin de los Tiempos”. Nada de esto pudo lograr que me preocupara sobre las teorías catastrofistas hollywoodenses del fin del mundo. Hasta que llegó… WALL-E. Y es que si Disney también maneja estas teorías apocalípticas, el mundo debe de estar cambiando realmente.
La nueva producción de Pixar trata sobre un curioso robot que pasa todo el día cumpliendo el propósito para el que fue creado: compactar basura y amontonarla en cubos formando estructuras de grandes dimensiones. Sin embargo, un buen día recibe la vista de Eva, una robot que viaja a la tierra para buscar algún indicio de vida natural. El encuentro con WALL-E y con una muestra vegetal, traerá una nueva esperanza para los humanos que llevan años viviendo en el espacio.
Esta ambiciosa historia del director Andrew Stanton trae mucha carga de moraleja sobre contaminación, descomposición y en general el ya mencionado tema ecológico. Se podría pensar por el lado positivo el mensaje que se le está dando a los niños, pero es precisamente eso lo que juega en contra de esta película. El argumento central establece una clara referencia de deterioro al que puede llegar el planeta en un futuro, además WALL-E vive en una soledad infinita, añorando constantemente la compañía de alguien.
Se admiran el riesgo de manejar estos temas, pero finalmente son los niños quienes dudosamente asimilaran con simpatía este tipo de mensajes, sobre todo cuando la modernidad en películas animadas usan pandas karatecas, ogros verdes, o como el mismo Stanton lo hiciera hace unos años, una fauna marina en “Buscando a Nemo”. Además de la asimilación del tema, se antoja difícil la identificación de los niños con un robot que en ocasiones recuerda a aquel ochentero de “Corto circuito”.
A pesar de esto, el mayor logro de la cinta radica en la solidez de los personajes principales, ya que prácticamente no tienen diálogos. Es muy reconocible la emotividad lograda en WALL-E y Eva basándose principalmente en los matices que se le dan a las voces al decir sus respectivos nombres. Otro elemento a favor, es la composición visual para crear los grandes escenarios de edificios formados de basura, así como toda la odisea espacial.
WALL-E no es ni remotamente lo mejor que ha hecho Pixar, y seguramente bajará el promedio de los altos ingresos en taquilla que han mantenido sus producciones. Sin embargo, este estudio sigue demostrando estar a la vanguardia, como en este caso, retomando un tema que como ya se mencionó, puede no hacer mucho eco en los niños, pero la importancia del mismo es cien por ciento innegable.
No lo hicieron ni “Impacto Profundo” ni “Armageddon” en su momento, tampoco lo hizo recientemente Al Gore con su documental sobre el calentamientos global, ni las constantes referencias de Leonardo DiCaprio sobre este tema. Tampoco el mensaje de salvemos al planeta tierra (pero más a las plantas) de “El Fin de los Tiempos”. Nada de esto pudo lograr que me preocupara sobre las teorías catastrofistas hollywoodenses del fin del mundo. Hasta que llegó… WALL-E. Y es que si Disney también maneja estas teorías apocalípticas, el mundo debe de estar cambiando realmente.
La nueva producción de Pixar trata sobre un curioso robot que pasa todo el día cumpliendo el propósito para el que fue creado: compactar basura y amontonarla en cubos formando estructuras de grandes dimensiones. Sin embargo, un buen día recibe la vista de Eva, una robot que viaja a la tierra para buscar algún indicio de vida natural. El encuentro con WALL-E y con una muestra vegetal, traerá una nueva esperanza para los humanos que llevan años viviendo en el espacio.
Esta ambiciosa historia del director Andrew Stanton trae mucha carga de moraleja sobre contaminación, descomposición y en general el ya mencionado tema ecológico. Se podría pensar por el lado positivo el mensaje que se le está dando a los niños, pero es precisamente eso lo que juega en contra de esta película. El argumento central establece una clara referencia de deterioro al que puede llegar el planeta en un futuro, además WALL-E vive en una soledad infinita, añorando constantemente la compañía de alguien.
Se admiran el riesgo de manejar estos temas, pero finalmente son los niños quienes dudosamente asimilaran con simpatía este tipo de mensajes, sobre todo cuando la modernidad en películas animadas usan pandas karatecas, ogros verdes, o como el mismo Stanton lo hiciera hace unos años, una fauna marina en “Buscando a Nemo”. Además de la asimilación del tema, se antoja difícil la identificación de los niños con un robot que en ocasiones recuerda a aquel ochentero de “Corto circuito”.
A pesar de esto, el mayor logro de la cinta radica en la solidez de los personajes principales, ya que prácticamente no tienen diálogos. Es muy reconocible la emotividad lograda en WALL-E y Eva basándose principalmente en los matices que se le dan a las voces al decir sus respectivos nombres. Otro elemento a favor, es la composición visual para crear los grandes escenarios de edificios formados de basura, así como toda la odisea espacial.
WALL-E no es ni remotamente lo mejor que ha hecho Pixar, y seguramente bajará el promedio de los altos ingresos en taquilla que han mantenido sus producciones. Sin embargo, este estudio sigue demostrando estar a la vanguardia, como en este caso, retomando un tema que como ya se mencionó, puede no hacer mucho eco en los niños, pero la importancia del mismo es cien por ciento innegable.